miércoles, 2 de junio de 2010

Capítulo.11


A la mañana siguiente ya me encontraba en la mansión Salvatore. Estaba sentada en el sofá del gran salón, no había nadie más en la casa o eso creía. Estaba leyendo un libro, aunque no era capaz de concentrarme en el argumento, ya que no hacían más que venirme momentos del día anterior a la cabeza. Aún no había visto a Damon. Y sentía como si le echase de menos. Estaba deseando verlo, pero ¿dónde estaba?

Me fui a levantar del sofá para dejar el libro, ya que era incapaz de leerlo. Pero algo me golpeó rápidamente y caí sobre el sofá.
Asustada levanté la vista y no vi nada. Comencé a escuchar unos ruidos muy raros y algo que se acercaba a mí. Cerré fuertemente los ojos y noté algo cerca de mí. Grité.

- ¡Tranquila! –me dijo una voz. La reconocí en seguida.
- ¡Damon! Qué susto… -traté de coger aire. Él me acarició la cara.
- No pretendía asustarte. –dirigió si mirada hacia mis labios. Yo no dije nada y me acerqué a besarle. Fue un beso muy tierno. Pero que fue interrumpido. Damon se levantó rápidamente y se sentó en un sillón lejos de mí. Yo no entendía su reacción, hasta que entró Elena.

- ¿Qué hacéis? –preguntó Elena sonriente.
- Estoy leyendo un rato. –le contesté y no pude evitar sonreír por la reacción de Damon.
- ¿Y tú? ¿Por qué vienes tan contenta? –preguntó Damón, pero antes de que Elena hablase volvió a hablar él. - ¡Ahhh, ya sé! Tú y Stefan…Cama… ¿Sigo? –miró a Elena y ella sonrojada le lanzó una mirada asesina. – Os lo debéis de haber pasado en grande, porque, ¡ufff! No me habéis parado, ¡eh!
- Damon… ¿Podrías callarte?
- Es culpa vuestra que os escuche… Si no os lo montaseis en esta casa, no os tendría que escuchar… Tengo un oído muy fino y lo sabes… -Damon miraba a mi hermana con una sonrisa pícara mientras yo me reía. Elena muerta de la vergüenza cogió un cojín y se lo lanzó. Pero Damon lo paró antes de que le golpease. Mi hermana echa una furia se marchó de la habitación. Damon me miró a mí y yo sólo me reí.
- Eres la siguiente… -esa mirada no me gustaba. –Pero para ti tengo otros planes… -yo le miré y salí corriendo del gran salón, escaleras arriba, intentando llegar a algún sitio en el que me encontrase con otra persona. Da igual si era Elena o Stefan, pero no me gustaba esa mirada tan pícara de Damon.
Corriendo de él me sentí como una niña pequeña jugando al escondite… Aunque no sabía porqué corría, si al final Damon acabaría atrapándome. Tal vez corría porque era divertido ver como Damon me necesitaba, ver como quería estar conmigo…

Corrí por el largo pasillo del segundo piso de la mansión. La verdad era que no me conocía toda la casa y no sabía a dónde ir. Pero seguí corriendo hasta que me metí por una puerta.
Cerré la puerta detrás de mí y observé la habitación. Estaba llena de cosas antiguas, cajas que contenían muchos objetos, obras de arte por toda la habitación…
Me acerqué a una de las cajas y encontré muchas fotos. Las saqué de la caja, soplé para quitarles el polvo y comencé a mirarlas.

En esas fotos salían Damon y Stefan. Salían en casi todas sonriendo y jugando. Pero lo más curioso es que eran muy antiguas. Seguí echándoles un vistazo. Cuando escuché a alguien hablando detrás de mí.

- Esos somos Stefan y yo en 1864… -dijo Damon. Yo me giré a mirarle.
- Has cambiado un poco. –le miré y lo comparé con la foto. –Aquí sales con cara de niño bueno.
- Antes era diferente… Era más como Stefan… Más bueno. –se explicó sin tan siquiera mirarme.
- ¿Con eso quieres decir que ahora eres malo? –no me contestó. –Yo no lo veo así. Vale, has hecho cosas que no deberías haber hecho, pero eso no significa que seas malo. Todos podemos hacer cosas malas sin llegar a convertirnos en lo peor. Y sabes… Tú eres bueno. Lo eres conmigo y eso es lo que, al fin y al cabo, cuenta. –hice que me mirase. Nos quedamos frente a frente. Me acerqué a él. Me puse de puntillas y le besé. Él me correspondió, me abrazó muy fuerte como si me fuese a perder…

**

Ya era lunes, y tocaba ir a clase. Elena nos llevó a mí y a Stefan en su coche. La verdad es que no me apetecía nada ir a clase. Estaba algo cansada.

Entramos en clase y ahí nos aguardaba el profesor y un chico que no había visto en mi vida. Era alto, de pelo castaño claro y con ojos verdes.
Me senté y esperé a que el profesor hablase.

- ¡Chicos! Tenemos un alumno nuevo en clase. Se llama Ian Levens. –nos explicó. –Bueno, Ian. Siéntate al lado de Roxy. –me señaló. El chico se acercó y se sentó a mi lado. Yo le miré.
- ¡Hola! –me saludó muy simpáticamente.
- ¡Hola! Yo soy Roxy, encantada. –le tendí mi mano. Y él me sonrió.

**

Al tocar el timbre salí de clase, Ian iba a mi lado. Hablando muy animadamente conmigo. La verdad es que era muy simpático.

- No te había visto antes en la ciudad… -le dije.
- No, es que me mudé hace poco. Soy de Virginia. –me contó.
- ¿Con quién vives?
- Con mi hermana mayor. Mis padres murieron en un incendio… -explicó y entristeció al pronunciar aquel hecho fatal.
- ¡Oh, lo siento! No quería sacar el tema… Soy muy metepatas a veces…
- No, no te preocupes… Está bien. –me sonrió.

**

Aquella tarde, al acabar las clases, fuimos a la mansión Salvatore. Ahí comeríamos Elena y yo.
Al acabar de comer, Elena y yo nos fuimos al salón a charlar un rato.
- El nuevo es muy simpático, ¿no? –me preguntó.
- Sí. Me cae muy bien. –dije mientras comenzaba a hacer mis deberes.
- ¡Haríais buena pareja! –me soltó de golpe. Yo me atraganté con la bebida. – No me digas que no es guapo…
- Es muy guapo… Pero no me gusta. –le dije secamente.

En ese momento entraron Damon y Stefan al salón.

- ¿Quién es guapo? –preguntó Damon curioso.
- ¡El chico nuevo! –dijo Elena mientras Stefan se sentaba a su lado y la abrazaba. –Le he dicho a Roxy que harían muy buena pareja. Damon miró mal. Parece ser que no le hacía gracia. Oh, si Elena supiese lo que había entre Damon y yo no se hubiese arriesgado a hacer ese comentario…
- ¿Cómo se llama? –preguntó Damon con mala cara.
- Ian Levens. –contestó Elena. – Es perfecto para Roxy. –miré a Damon y vi como cerraba el puño con fuerza.
- Elena, cariño vamos a dar una vuelta por el jardín, ¿vale? –le propuso Stefan. Él sabía que la cosa se iba a poner fea si Elena no paraba.

Ambos se fueron a dar una vuelta. Y Damon y yo nos quedamos solos en aquel gran salón. Yo no le miré a los ojos.

- ¿Te gusta? –me preguntó Damon.
- ¡NO! –grité histérica. - ¿Cómo te atreves a preguntarme eso después de todo? –me estaba empezando a enfadar.
- He escuchado todo lo que ha dicho Elena. Seguro que te gusta… -me soltó con indiferencia.
- ¡NO te consiente que me digas eso! –alcé la voz y puse énfasis en el no. Me levanté del sofá y me dirigí escaleras arriba. No quería que Damon me siguiese quería estar sola. Por mi rostro comenzaron a caer unas lágrimas, con brusquedad las limpié y seguí corriendo.

Avancé por el pasillo, pero de repente algo, más bien dicho, alguien, me acorraló contra la pared. No fue violentamente sino con mucho cuidado.
Yo agaché la vista. No quería mirarle a la cara.

- Roxy… -eso era buena señal. Cuando algo iba mal siempre solía llamarme Roxanne. En esta ocasión no lo había hecho, pero yo seguí sin mirarle a pesar de eso. – Mírame. –me dijo. Yo no obedecí. Así que con un dedo hizo que le mirase a los ojos. Por mi rostro aún caían lágrimas. Él delicadamente me las limpió y habló. –Lo siento mucho, Roxy. No tenía que haber dudado de tus palabras. ¿Sabes? Estar así contigo es como si fuese algo nuevo para mí. Ya no me acuerdo de cómo estar con alguien, sé que sólo lo estropeo. Pero yo intento hacerlo lo mejor posible. No quiero estar así contigo, perdóname.

Yo no pude evitarlo y como un acto reflejo me acerqué a besarle. No podía resistirme a él, no podía resistirme a esos ojos que eran mi perdición.
El beso fue cada vez a más. Ya no nos conformamos con sólo besos. Damon introdujo su mano por el interior de mi camisa y comenzó a acariciarme la espalda. Yo fui desabrochándole poco a poca la camisa y fuimos avanzando hasta llegar a su dormitorio. Ya dentro, fue acercándose poco a poca a la cama y con mucha delicadeza, me tumbó sobre la cama. Damon siguió besándome, pero ahora fue bajando por mi cuello hasta llegar a mi vientre.
Todo lo que me hacía, decía… Me hacía sentir tan llena, tan viva. Nunca había sentido algo así por nadie.

Comencé a suspirar. No podía aguantar todas aquellas sensaciones. Era demasiado para mí. Así que le hice parar y tomé el control. Era mi turno, quería que sintiese todo lo que él me hizo sentir a mí. Le tocaba sufrir un poco a él.

Le comencé a soltar el cinturón y a desabrocharle los pantalones, mientras le besaba el vientre. Él se levantó y me quitó la camisa y luego se deshizo totalmente de la suya. Yo comencé a desabrocharme el pantalón mientras Damon me daba besos por la espalda.

Seguimos besándonos y jugando un rato más. Y en un abrir y cerrar de ojos ya estábamos ambos desnudos. Damon volvió a bajar por mi cuello y ahí se detuvo. Me miró a los ojos y fue introduciéndose en mí lentamente. Yo comencé a gemir mientras el volvía a mi boca. Sus besos ahora eran muy salvajes y apasionados y sus movimientos de cadera iban de menos a más.

- Da… Damon… -seguía gimiendo yo.

Su boca comenzó a bajar por mi cuello y ahí se volvió a detener. Noté como algo extraño estaba pasando. Le miré y vi sus colmillos y esos ojos que mostraban el hambre. Yo le atraje hacia mí y le di un beso en la comisura de los labios. Luego me acerqué a su oído y le susurré.

- Hazlo… Bebe de mi sangre.

Damon no se lo pensó dos veces y acercó de nuevo su boca a mi cuello. Yo cerré los ojos. Antes de hacer nada volvió a embestirme y cuando ya estaba concentrada en sus movimientos de cadera, noté una punzada en mi cuello. Damon estaba bebiendo de mi sangre. Y yo no tenía miedo. Sabía que no era capaz de hacerme daño.

**

¡Había sido fantástico! Del cansancio caímos ambos rendidos sobre la cama. Yo me apoyé sobre su pecho y le miré a los ojos. Él me sonreía. Yo le devolví la sonrisa.

- Me encantas… -le susurré.
- Y tú a mí. –me volvió a sonreír. Pasado un rato me miró la herida que tenía en el cuello. - ¿Te he hecho mucho daño? –me preguntó dulcemente.
- No… -me acerqué a su rostro. Y le dio un beso.
- Será mejor que tu hermana y Stefan no vean eso… -me miró. –Te voy a dar un poco de mi sangre… Si es que no te disgusta. –yo negué con la cabeza. Damon se mordió la muñeca y me la acercó. Yo probé un poco de su sangre. La verdad es que no estaba nada mal. Cuando acabé me toqué el cuello, la herida había desaparecido.

**

Ya eran las diez de la noche. Era algo tarde y Elena y yo teníamos que volver a casa. Al día siguiente teníamos instituto y teníamos que llegar temprano a casa.
A escondidas me despedí de Damon.
Al salir por la puerta de la casa, Stefan me miró y comenzó a reír. Yo no entendí el porqué de su reacción. Me acerqué a él y le pregunté.

- ¿Por qué te ríes? –le pregunté.
- Ya hablaremos mañana… -me sonrió.

1 comentario:

  1. Vaya escenita! XD
    ha estado muy bien el capítulo =)
    un chico nuevo! a ver que pasará ahora que ha llegado....
    voy a leer el siguiente :)
    bss

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